Al emprender un nuevo proyecto a veces se hacen miles de promesas, cual enamorados ¡pues!, nos juramos que jamás usaremos la plata de la empresa para gastos personales, no incurrir en gastos suntuosos, pagar sueldos justos a los trabajadores, prestar el mejor servicio al cliente, y pare usted de contar. Pero una vez que la empresa comienza a dar sus primeros pasos, la mayoría de los noveles gerentes nos olvidamos de nuestras propias reglas y sin querer comenzamos a enfermar las finanzas del negocio.
Así se mete en reiteradas oportunidades la mano en los fondos de la empresa. Alguno de ustedes se preguntará: ¿Y cuál es el problema?, si después de todo: gastamos lo que se nos pega en gana, porque para eso montamos nuestra propia empresa. Es mucha tentación ver el dinero allí a nuestra entera disposición, o por lo menos es lo que creemos. Y qué decir del éxtasis que sentimos cuando la gente corre a cumplir nuestras órdenes, cómo si hubiese hablado Dios.
No cabe duda de que el dinero y el éxito atraen a los adulantes y vividores como moscas al excremento. Por esto, es muy sencillo que nuestros oídos se acostumbran a oír los elogios y se hagan sordos a las críticas. Así comienza el declive de los tomadores de decisiones en las empresas, quienes sin darnos cuenta podemos destruir nuestras propios sueños.
Para evitar caer en tentaciones es recomendable compartir la responsabilidad de tomar decisiones:
1.-Nombre una junta directiva.
2.- Busque asesores que le orienten.
3.- No tome acciones importantes sin consultar con la almohada.
4.- Colóquese un sueldo mensual para sus gastos personales y límite los gastos de representación.
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